Crecer siendo hermana mayor
Hace un rato acompañé a mi hermano menor (15 años) al doctor; pero me duele tanto verlo así, adolorido y sentirme tan impotente ante su dolor. A raíz de esta situación, me puse a pensar en todo lo que hemos compartido estos 15 años y medio. Ya que yo soy 6 años mayor que él, la diferencia siempre fue más o menos notoria y el "papel" de hermana mayor me resultó algo casi intrínseco; es parte de lo que soy. Además, como somos sólo dos hermanos, el vínculo que tenemos es en verdad muy fuerte y por eso también lo siento tanto cada vez que le pasa algo, por ínfimo que sea.
Pero partamos desde el comienzo. Cuando nació mi hermano, yo acababa de cumplir 6 años (yo nací en diciembre y él en enero) por lo cual, ese año 2000 trajo muchos cambios para mí, teniendo hermano y colegio nuevo. Mientras fui hija única, fui la niña más malcriada y egoísta del mundo. Mis papás no tenían dinero de sobra, pero siempre hacían lo posible para consentirme en todo lo que podían, y los adultos a mi alrededor ayudaban en esa tarea (generalmente para las navidades y cumpleaños, no es como que apuntaba algo y corrían a comprármelo). Tenía todo lo que una niña de 6 años necesitaba y más. Era sólo yo y nadie más y estaba muy cómoda así.
Por eso, cuando nació mi hermano, fue como un balde de agua. Ya no era yo la nenita de todos, había un bebé ahí y sus necesidades eran más apremiantes que las mías. Había que ponerle atención y cuidarlo, y de pronto me encontré siendo desplazada. Esto es algo que probablemente le pasó a todo primogénito que dejó de serlo por un hermano/a que llegó a acompañarlo; no es algo que los padres quieran, simplemente su atención se tiene que dividir y uno, al ser pequeño, tiene problemas en entender. A esas alturas yo no quería nada con ese bebé, que me estaba usurpando mi puesto en mi propia casa. Pero claro, esto duró mientras él estaba muy pequeño; mi hermano era un bebé adorable, no lloraba a cada rato y siempre quería jugar; por eso, al igual que todos, me enamoré de ese hermanito. Y ya no quería que se fuera, quería que estuviera ahí, conmigo, quería cuidarlo y ser su hermana mayor.
Es obvio que con el tiempo hay problemas. Recuerdo que cuando mi hermano tenía como tres años, siempre me retaban por cualquier cosa que le pasaba; nunca se quedaba quieto y siempre se caía o golpeaba, y no atinaban a nada mejor que retarme por no haberlo vigilado bien. Gajes del oficio. Tenía una vocecita y una carita tan adorables, que me pedía perdón cuando se daba cuenta que me habían retado por lo que él había hecho, y yo me derretía y simplemente no me podía molestar con él. Aún no puedo; no duramos más de un rato enojados, uno de los dos pide perdón o trata de hacer las paces y sigue todo como siempre.
Cuando creció lo suficiente como para ir al colegio, yo era la hermana siempre dispuesta a ayudar. No importa si había un libro o si estaba en internet, siempre es más fácil preguntarme a mí. Pero supongo que siempre hay algo de mágico en eso de sentirte útil ayudando a tu hermano con su tarea (y digo ayudando, porque hacerles los trabajos no tiene ningún brillo. O sea, para uno, para ellos sí jaja). Y aún ahora, creo que no hay nada mejor que tener a tu hermanito muy interesado preguntándote sobre lo que más te gusta, con ganas de aprender.
La verdad es que, ser hermana mayor es lo mejor. No lo querría de ninguna otra forma. Hay un montón de cosas que aprendes cuidando de tu hermano chico, eso de ser el que está a cargo y tener que tomar decisiones rápidas te ayuda a crecer como persona. Si se enferma, si se golpea, si necesita algo, tienes que poder solucionarlo mientras tus papás no están y en cierto modo eso ayudó a formar el intento de adulto que soy ahora. Por supuesto que hay otras formas de aprender esas habilidades, pero me alegro que la forma en que la aprendí fue a través de ese maravilloso ser humano a quien tengo el gusto de llamar mi hermano.
Supongo que este post resultó bastante más mamón de lo que había planeado, pero me emociona ser parte de su formación. Ahora ya es un adolescente, y cada vez se acerca más a convertirse él mismo en un adulto. Ya no estoy junto a él cada día, porque por estar en Santiago me tengo que perder de mucho de lo que le pasa cotidianamente. Pero aún así, me alegro de poder ayudarlo cuando tiene una pregunta de la vida o me pide un consejo; porque yo ya pasé por eso, y aunque cada persona viva su vida de manera distinta, la experiencia de uno siempre puede ayudar al otro. Verlo a él es una de las cosas que me incita a viajar a mi casa los fin de semanas, aunque tenga que hacer malabares luego para alcanzar a hacer todo a tiempo; yo sé que valdrá la pena.
Todas las discusiones, todos los golpes (sí, somos salvajes y jugamos a las luchas porque por qué no), todas las risas, los abrazos, los besos, los gritos, las lágrimas, las enfermedades, las situaciones difíciles que hemos pasado juntos, han hecho que estemos tan unidos como hasta ahora, y espero que el tiempo jamás lo cambie.
Te amo hermano, estoy muy feliz de ser tu hermana mayor.
PD: No puse fotos reales, porque mi hermano me mataría.
PD2: Estoy muy enojada, porque en todas las imágenes el hermano mayor siempre es niño. ¡Habemos hermanas mayores también!
Pero partamos desde el comienzo. Cuando nació mi hermano, yo acababa de cumplir 6 años (yo nací en diciembre y él en enero) por lo cual, ese año 2000 trajo muchos cambios para mí, teniendo hermano y colegio nuevo. Mientras fui hija única, fui la niña más malcriada y egoísta del mundo. Mis papás no tenían dinero de sobra, pero siempre hacían lo posible para consentirme en todo lo que podían, y los adultos a mi alrededor ayudaban en esa tarea (generalmente para las navidades y cumpleaños, no es como que apuntaba algo y corrían a comprármelo). Tenía todo lo que una niña de 6 años necesitaba y más. Era sólo yo y nadie más y estaba muy cómoda así.
Por eso, cuando nació mi hermano, fue como un balde de agua. Ya no era yo la nenita de todos, había un bebé ahí y sus necesidades eran más apremiantes que las mías. Había que ponerle atención y cuidarlo, y de pronto me encontré siendo desplazada. Esto es algo que probablemente le pasó a todo primogénito que dejó de serlo por un hermano/a que llegó a acompañarlo; no es algo que los padres quieran, simplemente su atención se tiene que dividir y uno, al ser pequeño, tiene problemas en entender. A esas alturas yo no quería nada con ese bebé, que me estaba usurpando mi puesto en mi propia casa. Pero claro, esto duró mientras él estaba muy pequeño; mi hermano era un bebé adorable, no lloraba a cada rato y siempre quería jugar; por eso, al igual que todos, me enamoré de ese hermanito. Y ya no quería que se fuera, quería que estuviera ahí, conmigo, quería cuidarlo y ser su hermana mayor.
Es obvio que con el tiempo hay problemas. Recuerdo que cuando mi hermano tenía como tres años, siempre me retaban por cualquier cosa que le pasaba; nunca se quedaba quieto y siempre se caía o golpeaba, y no atinaban a nada mejor que retarme por no haberlo vigilado bien. Gajes del oficio. Tenía una vocecita y una carita tan adorables, que me pedía perdón cuando se daba cuenta que me habían retado por lo que él había hecho, y yo me derretía y simplemente no me podía molestar con él. Aún no puedo; no duramos más de un rato enojados, uno de los dos pide perdón o trata de hacer las paces y sigue todo como siempre.
Cuando creció lo suficiente como para ir al colegio, yo era la hermana siempre dispuesta a ayudar. No importa si había un libro o si estaba en internet, siempre es más fácil preguntarme a mí. Pero supongo que siempre hay algo de mágico en eso de sentirte útil ayudando a tu hermano con su tarea (y digo ayudando, porque hacerles los trabajos no tiene ningún brillo. O sea, para uno, para ellos sí jaja). Y aún ahora, creo que no hay nada mejor que tener a tu hermanito muy interesado preguntándote sobre lo que más te gusta, con ganas de aprender.
La verdad es que, ser hermana mayor es lo mejor. No lo querría de ninguna otra forma. Hay un montón de cosas que aprendes cuidando de tu hermano chico, eso de ser el que está a cargo y tener que tomar decisiones rápidas te ayuda a crecer como persona. Si se enferma, si se golpea, si necesita algo, tienes que poder solucionarlo mientras tus papás no están y en cierto modo eso ayudó a formar el intento de adulto que soy ahora. Por supuesto que hay otras formas de aprender esas habilidades, pero me alegro que la forma en que la aprendí fue a través de ese maravilloso ser humano a quien tengo el gusto de llamar mi hermano.
Supongo que este post resultó bastante más mamón de lo que había planeado, pero me emociona ser parte de su formación. Ahora ya es un adolescente, y cada vez se acerca más a convertirse él mismo en un adulto. Ya no estoy junto a él cada día, porque por estar en Santiago me tengo que perder de mucho de lo que le pasa cotidianamente. Pero aún así, me alegro de poder ayudarlo cuando tiene una pregunta de la vida o me pide un consejo; porque yo ya pasé por eso, y aunque cada persona viva su vida de manera distinta, la experiencia de uno siempre puede ayudar al otro. Verlo a él es una de las cosas que me incita a viajar a mi casa los fin de semanas, aunque tenga que hacer malabares luego para alcanzar a hacer todo a tiempo; yo sé que valdrá la pena.
Todas las discusiones, todos los golpes (sí, somos salvajes y jugamos a las luchas porque por qué no), todas las risas, los abrazos, los besos, los gritos, las lágrimas, las enfermedades, las situaciones difíciles que hemos pasado juntos, han hecho que estemos tan unidos como hasta ahora, y espero que el tiempo jamás lo cambie.
Te amo hermano, estoy muy feliz de ser tu hermana mayor.
PD: No puse fotos reales, porque mi hermano me mataría.
PD2: Estoy muy enojada, porque en todas las imágenes el hermano mayor siempre es niño. ¡Habemos hermanas mayores también!
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